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Mostrando entradas de febrero, 2021

Soy defectuosa.

 No soy lo que se espera de mi. Nunca parezco ser suficiente. Y os juro que lo intento. Intento ser todas y cada una de las personas que debo ser en distintas situaciones.  Intento ser la que acoge. La que tiene el hombro disponible a todas horas para cualquier alma que quiera llorar. Intento ser la que anima. La que sabe qué palabras usar y de qué forma decirlas para animar cualquier corazón. Intento ser la que ríe. La que contagia alegria y júbilo ante circunstancias adversas porque joder, la risa puede llegar a curarlo todo, o al menos se acerca. Intento ser la que ama. La que ante cualquier situación, por encima de cualquier cosa, entrega todo su ser a otros sin pedir nada a cambio, porque así concibo yo el amor. Intento ser la que guía. La que ayuda a aquella personas que se sienten perdidas. Intento ser Faro de Alejandría. Pero a veces, mi mecanismo falla. Algo en mi se quiebra. El motor deja de funcionar. Los engranajes chocan entre sí de manera equivocada. Estoy rota. ...
Empezó siendo un error, de esos que todos alguna vez hemos cometido.  Me cegó la codicia. Ansiaba tenerlo. Tanto, que olvidé dejar de nuevo el corazón en esa caja pandoriana que siempre había velado por mi, que nunca dejaba que me astillase. Me llamé tonta. Me creí perdida. Entonces lo vi.  Lo curioso es que ya nos habíamos mirado antes, pero no logramos vernos. Habíamos empezado la partida con una venda en los ojos. No podíamos ganar. No sabíamos hacerlo.  Pero ahora lo veía. Ahora si podía verlo.  Y lo que vi...lo que vi me rescató del infierno.  Alcé las manos, deseosa de aquél tacto que sabía que podría reiniciarme. Alcé la mirada a esos ojos de color tierra fértil, preparados para ser sembrados sobre todo aquello que estuviese roto. No los miré.  Los vi.  Y por eso ahora estoy a salvo.