domingo, 28 de febrero de 2016

Del color de tus ojos.

Así es mi alma.

Y yo no puedo más que mirarme en ella como en el espejo de ilusiones que dejaste aquí desperdigadas al marcharte, como augurando tu vuelta, pero sin asegurarlo jamás.

Porque nunca sé si vas a regresar, o si los besos que algunas veces nos robamos a escondidas son sólo la antesala de la tragedia. 
Me descubro observándote cuando no me miras, haciendo hincapié en el hueco que ocuparía yo entre tus brazos con sólo dar un paso más. Pero me detengo porque sé lo que nos espera si nos abandonamos al deseo; sé lo que hay más allá. Tierra baldía y páramo yermo en el que sembrar cualquier atisbo de felicidad sólo nos traería dolor y tristeza. Desidia. 

Entonces dejo de hacerlo. Bajo los párpados. Cierro los ojos. 

Ya no estás.

El corazón me quema, la caja torácica se me queda pequeña porque el órgano rey quiere huir de todo esto, y no sabe cómo, ni a dónde, porque tú siempre eras el lugar de recogida cuando todo se volvía oscuro. Eras hogar. Tú eras casa. 

Pero ya no estás.

La brújula ya no señala mi norte, ni ningún mapa te encuentra. Por más que lo intento, no puedo encontrarte. 

Te he perdido.

Y ahora el reloj no sabe marcarme las horas, y ninguna ropa es suficiente abrigo para este frío.
Las palabras no me alcanzan para expresar la congoja, y ninguna melodía puede paliar el llanto.

Ya nada rima conmigo, porque tú te has llevado toda la poesía.

Ya no te tengo, y mis brazos no encuentran cobijo para toda esta soledad.


Rebirthing

 El principio de todo lo que conozco se quedó pequeño cuando empezaste a existir. Cuando tú descubriste mi mundo, o él te descubrió a ti. Va...