Puede que no sea la mejor, ni la mas bonita. Puedo asegurarte que no es ni de lejos la mas hermosa, ni la mas dulce.
Pero es para ti. Te la regalo desde lo mas profundo de mi garganta, mientras grito desde dentro que te amo, pronunciandolo en palabras llenas de sentimientos puros. Porque te quiero desde el primer Hola, y lo seguiré haciendo por muchos Adios que me dediques. Mi vida antes de ti, no era una vida. me econtraba tan vacía y sola, tan hueca y sin sentido.
¿Algún dia podrás perdonarme por no habertelo dicho todo antes?
Y, por encima de todo..¿podrás perdonarme el habértelo dicho a las puertas del abismo?
Nunca volverás a verme.. pero podrás oirme susurrar en tu oido aquella melodia que compuse para ti nada mas verte.
"Come what may..come what may..I will love you, until my dying days.."
Cuando el viento sople en tu direccion, piensa en mi. porque desde donde yo este, estare pensando en ti.
Te amo, siempre.
lunes, 31 de octubre de 2011
sábado, 29 de octubre de 2011
Que me enamoré del amor
sin remedio. Si, lo hice, porque parece ser que me encanta el masoquismo. No necesito cuchillos que me atraviesen la piel centímetro a centímetro, ni tampoco necesito llamas que abrasen mi cuerpo. Ya lo tengo todo en ti, ¿verdad?
Porque eres tú el que me mata y resucita a la vez.
Puto amor eres. Veneno en mi piel.
Te odio, pero te amo amor.. eres tan odioso como maravilloso.
Jode tenerte cerca, y a la vez tan lejos. Rozándome los párpados, y el corazón.
No te mereces las canciones que te dedican, ni esos poemas, amor.
Duele matar la soledad pensando en ti, cuando eres tu el que me arrebata las ganas de vivir.
[Dulce amor envenenado, esclavo de mi llanto. Te odio tanto como te quise, y te quise tanto que
acabé pudriéndome en tu regazo]
¿Recuerdas..?
La primera vez que te ví, aún tenía que pedirle ayuda a mi madre para coger los botes de la despensa de la cocina. En ese momento, te vi como un chico bajito con mal genio, de pelo negro demasiado alborotado y sonrisa pícara. Totalmente odioso y cabezota. Tu forma de llamar mi atención era tirarme de la coleta, o arrojarme agua con el cubo de la playa. Realmente, te odiaba.
No dejabas de molestarme, y de decirme lo feos que eran los vestidos que tanto me gustaban y que con tanta ilusión lucía por la calle.
-Pareces una tarta de fresa rellena de merengue.
Era tu frase favorita, aunque el ingrediente estrella de la tarta podía variar.
Eras el típico niño pequeño repelente que solo sabía hacerme llorar. Llegó un momento en el que yo le dije a mi madre que no quería verte más, porque eras malo conmigo.
Ella me dijo que yo era más fuerte que tú. Que si quería, podía hacer que pararas, sin necesidad de recurrir a coscorrones ni patadas en la espinilla.
Al dia siguiente tus padres vinieron a cenar a casa, y tu y yo subimos a mi cuarto a jugar. Al principio, empecé a enseñarte mis muñecas a las que tanto aprecio tenía, y luego mis peluches, que nos observaban desde la cama con desmedida inocencia.
Entonces, cuando te miré, vi esa sonrisa tan característica tuya, que indica que vas a hacer algo estúpido (aún la sigues teniendo). Y intentaste tirarme al suelo. Yo me eché a un lado en el último momento y te observe tirado en el suelo, mientras reías con, inocente, porque no decirlo, malicia.
Me atusé la coleta en la que tanto esfuerzo había puesto mi madre, y te miré a los ojos.
Recuerdo muy bien lo que te dije.
-Nadie nunca te va a querer si sigues portándote tan mal. Nadie nunca te dará mimos ni abrazos, y tu madre dejará de leerte cuentos para dormir. Ningun chico querrá dejarte sus juguetes, y las niñas no querremos ser tus amigas, porque eres malo. Nadie nunca te va a querer ni te va a dar besitos, porque no te los vas a merecer. Porque eres un niño malo. Y ¿sabes qué? Yo ya no te junto. No quiero que juguemos más.
Aún recuerdo tus ojitos marrones observándome con desconcierto. En ese preciso momento, te pusiste a llorar y bajaste las escaleras como un rayo.
Mi madre subió corriendo a ver que había pasado. Creí que me regañaría, pero cuando le conté entre balbuceos lo que había pasado, me dio un abrazo grande.
-Esta es mi chica.
Pasaron varios días hasta la siguiente vez que te ví. Era el cumpleaños de una de nuestras amigas, y había que ir vestidos de principes y princesas. Yo estaba demasiado emocionada como para articular palabra. Mi vestido era totalmente mágico. Al mirarme al espejo, solo podía ver brillitos por doquier, y mi madre se las había ingeniado para hacerme una corona casera con algunos pasadores de pelo y brillantitos sueltos de pulseras y collares. Realmente, parecía una princesa.
Cuando llegué a la fiesta, mamá me dejó en una sillita cercana al salón. A mi lado, habías más niñas de mi edad, jugueteando con sus vestidos, y también algunos niños, tirándose unos a otros de las pajaritas y jugando con las espadas de plástico.
Y entonces te vi. Estabas realmente bonito. Tu madre se las había ingeniado para conseguirte uno de los mejores trajes de principito. Tu pelo estaba más o menos arreglado, y tus manos, a diferencia de otros días, estaban realmente quietas, a un lado y otro del costado.
Tu carita, sin embargo, reflejaba algo que nunca te había visto sentir: tristeza.
Estabas solito, en medio de la "pista de baile" (que en realidad era fruto de haber movido los sillones y los muebles del salón a las esquinas), y ningún niño se acercaba a tí.
En contra de lo que realmente debía hacer, me levante y fui medio correteando hacia donde estabas tú. Cuando me viste, tus orejitas se tornaron de un rojo rosáceo de los mas tierno. Instintivamente, te sonreí.
-Hola :)
-..Hola
-¿Estás solito?
-Si. Ningún niño quiere jugar conmigo.. y las niñas me dicen que soy malo..como me dijiste tu
Recuerdo que te miré, y sentí lástimas. Porque tus ojitos denotaban una tristeza inmensa. De verdad estabas dolido. Me acerqué un poquito más a ti, y saqué del improvisado bolsillo que había en mi vestido, el yoyó que mamá me había regalado días antes por aprobar el primer trimestre.
Te lo ofreci con una sonrisa.
-Puedes jugar con el si quieres.
Tu me miraste con tus ojillos abiertos como platos.
-¿De verdad que puedo? =D
Asentí con la cabeza y esperé a que lo cogieras. Se te alegró la cara enseguida. Me miraste, y por primera vez desde que te conocí, me dedicaste no una sonrisa pícara, sino una sonrisa proveniente de los más hondo de tu ser. Del corazón.
Entonces sentí como me empujaban con delicadeza hacia tí, y como hacían lo mismo contigo. Guardaste el yoyó en tu bolsillo y me cogiste de la manita.
-Ahora, hay que bailar-dijo entonces mamá, sonriente.
Te miré y te sonreí, divertida ante la espectativa de mi primer baile fuera del colegio.
Tu también me mirabas, con esa sonrisa tan verdadera aún dibujada en tu boca.
La musica empezó a sonar. Era una de esas que les gustaba a los mayores y a nosotros nos aburría tanto, pero creo que nos daba igual la música, ¿verdad?
-¿Jugarás conmigo?-me preguntaste entonces, mientras nuestros torpes pies daban tumbos en el suelo.
Riendo, me acerqué un poquito más a ti y te di un beso en la mejilla.
-Siempre.
--------------------------------------------------------------
Tu, y yo. El mundo no importa.
Te amé desde ese primer baile, y nunca, te lo prometo, dejaré de hacerlo.
No dejabas de molestarme, y de decirme lo feos que eran los vestidos que tanto me gustaban y que con tanta ilusión lucía por la calle.
-Pareces una tarta de fresa rellena de merengue.
Era tu frase favorita, aunque el ingrediente estrella de la tarta podía variar.
Eras el típico niño pequeño repelente que solo sabía hacerme llorar. Llegó un momento en el que yo le dije a mi madre que no quería verte más, porque eras malo conmigo.
Ella me dijo que yo era más fuerte que tú. Que si quería, podía hacer que pararas, sin necesidad de recurrir a coscorrones ni patadas en la espinilla.
Al dia siguiente tus padres vinieron a cenar a casa, y tu y yo subimos a mi cuarto a jugar. Al principio, empecé a enseñarte mis muñecas a las que tanto aprecio tenía, y luego mis peluches, que nos observaban desde la cama con desmedida inocencia.
Entonces, cuando te miré, vi esa sonrisa tan característica tuya, que indica que vas a hacer algo estúpido (aún la sigues teniendo). Y intentaste tirarme al suelo. Yo me eché a un lado en el último momento y te observe tirado en el suelo, mientras reías con, inocente, porque no decirlo, malicia.
Me atusé la coleta en la que tanto esfuerzo había puesto mi madre, y te miré a los ojos.
Recuerdo muy bien lo que te dije.
-Nadie nunca te va a querer si sigues portándote tan mal. Nadie nunca te dará mimos ni abrazos, y tu madre dejará de leerte cuentos para dormir. Ningun chico querrá dejarte sus juguetes, y las niñas no querremos ser tus amigas, porque eres malo. Nadie nunca te va a querer ni te va a dar besitos, porque no te los vas a merecer. Porque eres un niño malo. Y ¿sabes qué? Yo ya no te junto. No quiero que juguemos más.
Aún recuerdo tus ojitos marrones observándome con desconcierto. En ese preciso momento, te pusiste a llorar y bajaste las escaleras como un rayo.
Mi madre subió corriendo a ver que había pasado. Creí que me regañaría, pero cuando le conté entre balbuceos lo que había pasado, me dio un abrazo grande.
-Esta es mi chica.
Pasaron varios días hasta la siguiente vez que te ví. Era el cumpleaños de una de nuestras amigas, y había que ir vestidos de principes y princesas. Yo estaba demasiado emocionada como para articular palabra. Mi vestido era totalmente mágico. Al mirarme al espejo, solo podía ver brillitos por doquier, y mi madre se las había ingeniado para hacerme una corona casera con algunos pasadores de pelo y brillantitos sueltos de pulseras y collares. Realmente, parecía una princesa.
Cuando llegué a la fiesta, mamá me dejó en una sillita cercana al salón. A mi lado, habías más niñas de mi edad, jugueteando con sus vestidos, y también algunos niños, tirándose unos a otros de las pajaritas y jugando con las espadas de plástico.
Y entonces te vi. Estabas realmente bonito. Tu madre se las había ingeniado para conseguirte uno de los mejores trajes de principito. Tu pelo estaba más o menos arreglado, y tus manos, a diferencia de otros días, estaban realmente quietas, a un lado y otro del costado.
Tu carita, sin embargo, reflejaba algo que nunca te había visto sentir: tristeza.
Estabas solito, en medio de la "pista de baile" (que en realidad era fruto de haber movido los sillones y los muebles del salón a las esquinas), y ningún niño se acercaba a tí.
En contra de lo que realmente debía hacer, me levante y fui medio correteando hacia donde estabas tú. Cuando me viste, tus orejitas se tornaron de un rojo rosáceo de los mas tierno. Instintivamente, te sonreí.
-Hola :)
-..Hola
-¿Estás solito?
-Si. Ningún niño quiere jugar conmigo.. y las niñas me dicen que soy malo..como me dijiste tu
Recuerdo que te miré, y sentí lástimas. Porque tus ojitos denotaban una tristeza inmensa. De verdad estabas dolido. Me acerqué un poquito más a ti, y saqué del improvisado bolsillo que había en mi vestido, el yoyó que mamá me había regalado días antes por aprobar el primer trimestre.
Te lo ofreci con una sonrisa.
-Puedes jugar con el si quieres.
Tu me miraste con tus ojillos abiertos como platos.
-¿De verdad que puedo? =D
Asentí con la cabeza y esperé a que lo cogieras. Se te alegró la cara enseguida. Me miraste, y por primera vez desde que te conocí, me dedicaste no una sonrisa pícara, sino una sonrisa proveniente de los más hondo de tu ser. Del corazón.
Entonces sentí como me empujaban con delicadeza hacia tí, y como hacían lo mismo contigo. Guardaste el yoyó en tu bolsillo y me cogiste de la manita.
-Ahora, hay que bailar-dijo entonces mamá, sonriente.
Te miré y te sonreí, divertida ante la espectativa de mi primer baile fuera del colegio.
Tu también me mirabas, con esa sonrisa tan verdadera aún dibujada en tu boca.
La musica empezó a sonar. Era una de esas que les gustaba a los mayores y a nosotros nos aburría tanto, pero creo que nos daba igual la música, ¿verdad?
-¿Jugarás conmigo?-me preguntaste entonces, mientras nuestros torpes pies daban tumbos en el suelo.
Riendo, me acerqué un poquito más a ti y te di un beso en la mejilla.
-Siempre.
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Tu, y yo. El mundo no importa.
Te amé desde ese primer baile, y nunca, te lo prometo, dejaré de hacerlo.
lunes, 17 de octubre de 2011
Corazones enlatados.
Aquéllas personas que encierran sus sentimientos muy dentro de sí, para que no se escapen. Para que no hagan daño, y para no sufrir ellas mismas. Son esas las personas que esconden el amor entre los recovecos de su alma herida, esperando a que otro corazón perdido las encuentre, y las cure, sin saber que, los corazones rotos, rotos se quedan, por mucho amor que reciban después de los golpes.
Son esas personas, las que aman sin ser amadas, las que no aman al ser amado. Aquéllas que ignoran lo que sienten, por miedo a equivocarse.
¿Pero que es el amor, sino la mayor equivocación que existe? Es un error.
Son personas con el corazón enlatado. Que sienten, pero no quieren padecer. Que padecen, aún sintiendo que no deben. Son esas las personas, que encierran la verdad, oculta tras el oscuro velo de la mentira.
A veces pienso, que yo soy una de esas personas. Oculto la verdad tras una máscara. No dejo que nadie entre, pero tampoco que nadie salga, y ese es mi mayor defecto.
Porque en este corazón marchito, hay pedazos de vida que no deberían habitarlo, y que desquebrajan poco a poco la armadura que creé para que nadie pudiera romperme. Pero hay armaduras que se hacen de papel, y se rompen con un simple roce, o una caricia.
Hay corazones que, sin embargo, sobreviven a esos estallidos de dolor que a otros les parecen eternos.
Hay corazones fuertes que luchan, que pelean por su felicidad, que siempre salen adelante, por muchos
baches que haya en su camino.
Hay corazones que, sobre todas las cosas, persisten en su intento por encontrar el amor que tantas veces les fue arrebatado. Los hay, que desean más que nada, dar amor.
Es una lástima que mi corazón aún esté embotellado.
[Porque de tanto amor que dí, perdí la fuerza para seguir amando.]
Porque no puedes querernos a las dos, y pensar que es así como deben ser las cosas. Porque el amor inmaduro dice, te quiero porque te necesito. Pero el maduro, dice, te necesito porque te quiero. Quieres que todas te den amor, cuando ni tu mismo sabes lo que significa. El amor no es un te quiero diario, ni una foto hermosa que decorar con la fecha exacta.
El amor es el cosquilleo en la tripa, culpa de las mariposas que se asientan en tu interior, cada vez que la ves. Amor es necesitarla porque la quieres, y no puedes vivir sin ella. Amor es tus ojos fijos en sus pasos, en su pelo, sus rostro..
Amor es dar la vida por esa persona, sin temer a lo que pueda esperarte al otro lado.
Y, ¿sabes qué? Tu eres, completamente, amor inmaduro.
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