Somos como la materia. Ni nos creamos, ni nos destruimos. Eternos, como el tiempo. Al encontrarnos, nos hicimos esto. Amantes eternos condenados a vagar por la tierra con el único fin de abrazarnos hasta extinguir el miedo; hasta anestesiar el dolor.
Febriles y locos el uno por el otro, amando cada recoveco, cada hueco, cada grieta. 
Muertos, resurgimos.
Rotos, encajamos.

Y te juro que te amo tanto...


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Siempre he sentido una atracción irremediable hacia aquello que sabía que estaba destinado a destruirme, un gusto voraz por lo roto y lo astillado.