Volátiles. Así eran antes de conocerse. Distantes, equidistantes. Cambiantes y rotos.
Volaban demasiado alto sin que eso fuese malo, pero casi nunca se quemaban porque su fuego no ardía con la pasión de un corazón que ama.
Demasiado ocupados con esos pájaros que no les dejaban ver.
Totalmente cegados por la máscara.
Cabizbajos. Diezmados. Cenicientos y dañados. Tan queriendo huir pero sin ir a ningún sitio realmente. Atrapados en el bucle del no retorno, de los besos emponzoñados y las mentiras enbadurnadas en falso amor.
No fue hasta que se encontraron que vieron el destello.
No fue hasta que se miraron, que volvieron a creer.
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