Las chicas fuertes lloran, y están en todas partes.
Sentadas en la parada de autobús más cercana, o haciendo cola mirando sin mirar en la entrada de cualquier cine. Paseando a tu lado por la calle, en la última fila de clase, aquí.
Pueden sonreír entre una multitud que finge querer de verdad, y aún así será su sonrisa y no ninguna otra, la que reluzca entre tanto corazón vacío.
Y también puede que a veces callen demasiado y lo escondan todo por miedo a volver a sentir dolor, y al mismo tiempo alejen todo aquéllo que las hace felices porque no creen merecerlo.
Las chicas fuertes son una contradicción constante, cambiantes, distantes; son luz y oscuridad a partes iguales, y no cualquier incauto puede entender esa dualidad y salir vivo de ella.
Tienen el alma hecha de metacrilato, y las lágrimas pesan.
Las chicas fuertes lloran. Ellas.
Y no les importa lo más mínimo mostrarse vulnerables, porque por dentro tienen la maquinaria necesaria para no rendirse jamás.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Angustia.

Canta.

Siempre he sentido una atracción irremediable hacia aquello que sabía que estaba destinado a destruirme, un gusto voraz por lo roto y lo astillado.