Él.

Era todo aquello que siempre me había dado miedo. 
El aleteo desbocado de un corazón sin tregua. Los ojos oscuros de quien ha visto demasiado y aún así, se queda. El puente a medio hacer entre lo adecuado y el deseo. La lucidez del que se vuelve loco y la locura del que se cree cuerdo. El amor en los tiempos del "nunca será suficiente". El amanecer lacónico de una mirada que no encuentra su hogar. El desierto que son sus manos al no hallar la piel correcta. El acantilado de emociones contenidas que atraviesa su tráquea. La rotundidad de su voz al gritar mi nombre.
Era todo aquello que me erizaba la piel y me dejaba en estado de alarma.

¿Y si no volvía a verlo? ¿Y si jamás podíamos ser?

Fue mi sorprendente excusa para no huir; fue el pretexto perfecto para quedarme.

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