viernes, 27 de octubre de 2017

Tan sencillo.

Siempre he escrito mejor desde la tristeza.
Estar rota me hacía sentir plena. Enfermizo, pero real. Tener que recomponer los pedazos así, desencadenaba la euforia y la dicha. No era completamente yo si no escribía con el corazón en un puño y el alma encogida; era la única forma que conocía de desprenderme del dolor.
Qué irónico. 
Ya casi no escribo. A veces no recuerdo cómo era el dejar que mis manos tradujesen todo aquello que quemaba mi garganta y me reventaba el pecho. Ya no encuentro inspiración en lo roto porque no lo estoy. Ya no me inspira la tristeza porque no estoy triste.
Ya casi no escribo porque le amo.
Y puede que algunos penséis que es algo malo el que ya no deje que mis manos traduzcan el dolor. Pero es que ya no duele, porque él existe. 
Su amor encendió mi alma y apagó los demonios. Su amor, me hizo renacer.
Por eso ya no escribo.
Porque soy feliz.

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