Abandono.


Recojo los platos rotos que tú siempre antepones a todo lo que tiene que ver conmigo, y estoy segura de que ya no puedo estar más destruida.

Me detengo y observo mi reflejo en el cristal que son tus ojos, y sólo puedo ver como te alejas cada vez más, sin detenerte a pensar si todo ésto merece la pena.
Si desesperarnos hasta enloquecer nos merece algo que no sea destrucción y tormento.
Y resuenan en mis oídos esos ecos pasados de gritos en cualquier estación, y me estalla el corazón sin remedio, como si pudiera oír cada uno de mis pensamientos.
Y tú estás cada vez más lejos, como retándome a seguirte o a quedarme sola para siempre.

La perspectiva de no tenerte, me sabe a hierro en los labios.

Pero aún así, sigo arrodillada en el suelo, recogiendo los recuerdos en pedazos que tú te encargaste de aniquilar y esparcir hasta casi hacerlos desaparecer. 
¿Puedes sentirte orgulloso después de ésto?
Jugamos al son que marcabas, y peleábamos por ver quien caería primero al abismo.
Nunca pensé que ganar fuera peor que perder, pero a veces, así es.
Y me encuentro sola, desgastada, destrozada, quejumbrosa, recogiendo todo lo que tú has ido tirando a la espalda, y recomponiendo a duras penas todo lo que queda de mi. 
Y a veces me pregunto si conocerte fue azar, o si el destino te puso ante mi para enseñarme qué no era el amor.
Lo único que sé a ciencia cierta, es que mi corazón cerró por reformas, y no tiene prisa alguna por volver.
Lo único que sé es que mudé sentimientos, hasta casi desaparecer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Angustia.

Canta.

Siempre he sentido una atracción irremediable hacia aquello que sabía que estaba destinado a destruirme, un gusto voraz por lo roto y lo astillado.