domingo, 20 de octubre de 2013

Condena.

Mi razón conoce corazones que ninguna verdad podría entender.
Conoce demasiados caminos sin bifurcación, demasiadas sendas sin salida.
Por eso a veces, intento aparcarla en el pedacito de alma que le tengo reservado.  
La razón no siempre es acertada, y tiene una fama que no merece.
¿Cuántas personas cayeron por hacer lo correcto en vez de lo que su corazón les gritaba?
¿Cuántas, se volvieron todo negro y gris porque perdieron la esperanza?
También se han cometido grandes locuras por la razón, y no todas ellas desembocaron en dicha.
Es cierto eso que dicen de que la felicidad se reserva sólo para los valientes, para los que se atreven a arriesgar... Pero también es cierto que todos aquellos que se arriesgan, lo hacen porque tienen algo que perder.
Por ello, nunca podremos ser completamente felices mientras exista ese algo (o ese alguien) por el que seríamos capaces de entregar nuestro último suspiro, por el que seríamos capaces de recibir cualquier castigo... Porque amar, nos hace débiles. Porque entregarle nuestro corazón a alguien, desvela nuestra debilidad.
Porque por mucho que lo queramos postergar, todos desechamos la lógica y nos abandonamos a la pasión, aún sabiendo que es ésta la última parada hacia el averno.
Porque amar, siempre significó condena...
Y condenarse toda la eternidad al lado de la persona que se ama... No concibo mejor castigo.


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