lunes, 2 de septiembre de 2013

La chica de la sonrisa triste.

Camina como movida por la inercia de los besos que ya no llegan, de las caricias que se le vetaron. 
Deambula por sus propios sueños con la esperanza de no despertar jamás, y con la incertidumbre de si volverá a amar algún día, con el corazón hecho pedazos. 
Se pregunta porqué ya no va en consonancia con sus propios latidos; porqué ya no vive ajena a todo lo que le produce dolor.

Su sonrisa, triste.
La mirada, perdida.

Pasea por las calles como queriendo desaparecer, como intentando mimetizarse con la neblina, con las sombras.
Intenta por todos los medios, pasar desapercibida entre un mar de odio y egoísmo, de naturaleza única del ser humano.
Intenta, desde todos sus frentes, no hacerse ver, para ya no volver a sufrir.
Cierra su corazón a cal y canto a todo aquél que intenta sobrepasar su barrera a base de descosidos de otras cicatrices.

Y se pregunta porqué ya no es capaz de sentir. 
Se pregunta, porqué ya no es capaz de ver más allá de todo lo que le escuece y le provoca pavor, y llanto.
Se pregunta porqué su vida ya no se basa en ser feliz por los que son felices, sino que lo hace en ser infeliz por cada lágrima derramada en rostro ajeno.
Se pregunta, cuando sus daños empezaron a pesar más que los años.

No comprende, porqué ya no puede volver a necesitarse más.

Y se convierte en la chica de la sonrisa triste.
En aquélla de la mirada perdida.
En esa chica que lo dejó todo atrás por amor, y sólo encontró desdicha y soledad, como única cura para la amargura de su corazón. 


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