Verdad universal.
Que al enamorarme de ti, no me equivoqué de ojos, ni de cuerpo.
No de alma, ni de corazón.
No de sentimientos, ni de caricias.
Que cuando te encontré, ya sabía que serías tu el encargado de mantenerme despierta.
Que cuando te conocí, no hubo lugar a dudas.
No eres el amor de mi vida.
Lo eres, de toda mi existencia.
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