Es cierta.
Nos abandona cuando llega la tormenta, cuando el frío acechar y más necesitamos de su cobijo.
Nos abandona en esos momentos en los que se te agrietan los labios y se endurece la piel de las manos.
Nos abandona cuando más la necesitamos.
Y es símil de una amistad basada en mentiras.
Se va, para no volver.
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