¿Alguna vez la has sentido? Ese terror congelado que atenaza tu alma hasta casi desmembrarla, despojándola de carácter alguno. El vacío inconexo de aquéllas palabras que rompen con tus principios, hasta casi aniquilarlos, restándoles cualquier sentido. Ese sentimiento de culpa, por todo aquéllo que hiciste, por todo aquello que no dijiste, y acabó pasándote factura. El frío que se apodera de tu corazón, a cada paso, más cerca, sin darte tregua. ¿Alguna vez has tenido la sensación de caer y caer, sin pausa, hacia un abismo de oscuridad creciente? ¿Alguna vez has sentido, que ya no merecía la pena luchar?
Canta, ruiseñor de atardecer. Y amanece mi espíritu, cauto y enamorado. Canta, tu voz en mis oídos. Retando mi alma a un duelo a sombras, cegada en luz, y tormenta. Canta, lágrimas bendecidas. Y retarda mi marcha, manchada de recuerdos, amor mío.
El principio de todo lo que conozco se quedó pequeño cuando empezaste a existir. Cuando tú descubriste mi mundo, o él te descubrió a ti. Vagué de vacío en vacío sin pensar en las consecuencias de todo lo que guardaba dentro; viví mentiras y desoí verdades pensando que aquello me curaría; conocí nieblas y sombras y confíe en sus promesas, aún cuando sabía que todo aquello me conducía de lleno a una trampa sin retorno. Pero entonces, desperté. Sin finales. Sin túneles. Tu luz no me cegó. Me salvó. Y ahora siento que soy invencible. Insondable. Me reflejo en los ojos del miedo, iridiscente. Y no dejaré que ningún abismo, por más oscuro que sea, vuelva a cambiar eso.
Comentarios
Publicar un comentario