Me gustas cuando callas, cuando miras, cuando te vas, cuando vuelves. Me gusta verte aparentar que eres uno más, que ríes y hablas, como el resto. Yo te observo, también en silencio, y tú me miras como si supieses que conozco tu secreto. Es complejo callar con tu mismo silencio, ese que es capaz de derribar las voces más intensas. Pero cuando tú callas una voz interna se desata, y grita el viento en su lugar, y llega a acariciar tus labios para romper ese ruido de pensamientos. De pronto tu voz me invade. Y siento una mezcla de calor y frío al mismo tiempo. Así que a veces prefiero que calles, es más interesante descifrar tu silencio.
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Aún recuerdo esos tiempos en los que 'aceptamos el amor que creemos merecer' era mi mantra, una forma de decirme a mi misma que todo estaba bien. No podría haber estado más equivocada. No. No aceptamos el amor que creemos merecer. No lo hacemos, porque yo creo que merezco un amor que arrase, que destruya muros, que provoque caos y calma al mismo tiempo, que haga de las vulnerabilidades , fortalezas; que me haga florecer. Y sin embargo, he aceptado migajas, rastrojos; he aceptado las ruinas de lo que creía que era el amor para darme de bruces con una realidad que me revuelve el estómago: no sé si alguna vez me han querido como me merezco.

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